Es un hotel que me fue ganando según pasaban los días. Reconozco que la primera impresión no fue mala pero tampoco espléndida, más teniendo en cuenta que me encontraba en el mejor hotel del mundo! Pero poco a poco, el lugar fue mostrando todas sus cartas y la sensación final fue fantástica.
Antes de hablaros de mi experiencia en el hotel, no puedo dejar de contaros la llegada desde Zúrich; un viaje de unas cuatro horas sin duda digno de mencionar. Para llegar a Pontresina, el pueblito de los Alpes en el que se ubica el Gran Hotel, es necesario tomar el tren en el aeropuerto, y hacer un par de transbordos (bien señalizados) antes de llegar al Glacier Express, un tren que discurre por las montañas y que ofrece unas vistas inolvidables. Recomiendo viajar en el vagón panorámico (por un suplemento de 5 francos en el precio normal del billete) con enormes ventanales. Toda la zona ha sido declarada Patrimonio Mundial de la Unesco y realmente merece la pena disfrutar del trayecto.
Al llegar a la estación de Pontresina nos recogieron en coche para acercarnos al hotel, que está a un pequeño paseo (siempre agradezco este tipo de detalles en los buenos hoteles, un servicio de traslados me parece fundamental para presumir de un buen trato al cliente). La temporada de esquí estaba dando sus últimos coletazos y aunque todo estaba aún repleto de nieve, lucía el sol (tuvimos un tiempo magnífico durante toda nuestra estancia, pero no fue suerte, en realidad en esta zona luce el sol prácticamente el 85% del año!) y la primavera comenzaba a despuntar (lástima, por ejemplo, que ya no estuviera disponible la pista de patinaje natural que posee el hotel en Le Pavillon; me quedé con las ganas!).
Nuestro programa incluía acceso libre al spa (uno de los grandes reclamos del hotel, y como pudimos comprobar, no es para menos), un bono de tratamientos y media pensión consistente en un buen desayuno bufette con una amplia variedad de productos (entre ellos un buen montón de quesos suizos) y cena en el espectacular Grand Restaurant (un menú diferente cada día, cuidadosamente seleccionado con productos de gran calidad y el detallazo de que me prepararon menús vegetarianos deliciosos).
En el hotel se respira un ambiente cálido y extremadamente acogedor a pesar de lo señorial de sus enormes espacios. El trato es realmente amable y natural (algo que no me gusta de muchos de estos hoteles de lujo es que muchas veces el trato resulta demasiado impostado, poco espontáneo) y la estancia aquí se convierte en una experiencia relajante y reparadora.
A pocos pasos se ubica el restaurante Kronenstübli, galardonado con una estrella Michelín uy perteneciente también al hotel. No podíamos dejar pasar la ocasión de probarlo. Mi veredicto: correcto, aunque no excesivamente impresionante. El programa de media pensión que teníamos te permite obtener un bono de 35 euros de descuento por persona en este restaurante, lo que lo convierte en una opción realmente interesante.
Sin duda lo que más me gustó del hotel, y recordaré siempre, es su spa; una auténtica maravilla. No es de extrañar que sea uno de los grandes reclamos de este hotel. La zona de spa está compuesta por una piscina grande, una más pequeña con jacuzzis y chorros de agua, una piscina infantil y una zona de sauna, baño turco y otros tratamientos similares.. Las vistas desde la zona de piscinas son impresionantes. Me encantó el detalle (nunca lo había visto) de poner hilo musical en el interior de la piscina (es decir, escuchabas la música cuando te sumergías). También me gustó que estuviera abierto hasta tarde, un baño nocturno siempre se agradece!
Pontresina es un pueblo pequeño, dedicado casi íntegramente al esquí y otros deportes de montaña. Merece la pena moverse por la zona, y acercarse al menos a St. Moritz. Existen además numerosas rutas de senderismo para recorrer los Alpes. Por supuesto es un viaje para practicar deportes de montaña pero también para relajarse gracias a su bonito entorno natural, a la amabilidad de su servicio y, por supuesto, al espectacular spa.
Lo mejor: El entorno, la amabilidad de todo el personal, el spa.
Lo peor: Las habitaciones (al menos la nuestra, que era la Standard), son un tanto frías y a pesar de ser amplias carecen de encanto especial.
Precio medio: 350 euros/noche en temporada media. Consultar paquetes disponibles.
¿Volvería?: Es probable. Es un lugar perfecto para pasar unos días relajados disfrutando de buena comida. Cualquier temporada me parece interesante, desde el invierno hasta la primavera e incluso el verano, sin nieve pero con todo verde y opción de recorrer la zona caminando y haciendo senderismo.
Mi puntuación: 8.5/10